“Cuando empecé a actuar y me daban un personaje contaba las líneas de texto para saber si mi personaje era importante. Mucho tiempo después… entendí mi error.” Holly Hunter (ganadora de el Oscar 1993 mejor actriz por un personaje mudo en The Piano)
Escuchar es el talento de una buena actuación.
La tendencia más común es ocuparnos del texto que sigue, cómo lo vamos a decir? Qué debemos sentir? Así es que nos desentendemos del aquí y ahora, nos desentendemos de todos los estímulos que nos están llegando del partenaire, y del contexto de trabajo. Siempre “especulando con lo nuestro”. Así limitamos nuestra implicación; para hacer “lo correcto” y esto es para nosotros sinónimo de “pensado”, “analizado” (muerto diría yo).


Escuchar es en el cine mucho más importante que en el teatro, porque la cámara tomará la escucha con más interés que en el teatro. En el teatro suele llamar más la atención la persona que tiene el uso de la palabra.
En el cine, nos interesa saber que le pasa al personaje cuando recibe el impacto de lo que el partenaire dice o hace. Los planos de escucha o recepción son los más interesantes. Es allí donde se juega la credibilidad del actor. Se limita a poner caras? Trata de sentir lo que ha predefinido que había que sentir? O se consagra a la experiencia del aquí y ahora sorprendiéndose y sorprendiendo con lo que le ocurre?
Siempre lo más importante es lo que está por debajo del diálogo. Lo que no se dice, lo que contradice sensiblemente lo dicho.
Eso es lo que da complejidad al trabajo de un actor. Como las capas de una cebolla nos van mostrando algo distinto en la medida que nos adentramos en ella. Como los anillos de un árbol seccionado nos pueden relatar todo lo que ha ocurrido desde su nacimiento. Como un iceberg. Solo oímos el texto, pero si este texto no está sólidamente anclado con una pesada porción de hielo debajo; lo que está por encima de la superficie, se movería como un corcho, inverosímil.
Muchos son los actores que desarrollan capacidades que luego no les sirven para la actuación. Cuando la cámara se posiciona sobre ellos se le hace imposible hacer verosímil lo que sienten. Puede que hasta lloren, pero no lo hacen de forma verosímil. Un actor haciendo fuerza para reír es patético y haciendo fuerza para llorar lo es más.
Si aprendemos a escuchar con los sentidos (con TODOS) construimos una presencia de gran magnetismo. El público querrá compartir y completar la experiencia.
Un actor que se emociona “cuando” hay que emocionarse y logra la emoción “que” hay que tener en el momento indicado, y dice sus textos; es previsible y el arte siempre premia la sorpresa.
El arte del actor necesita dejar huecos para lo imprevisto, para la sorpresa, y allí estriba para mí la diferencia entre los buenos y los únicos.
Es en el territorio dónde se juega el partido y dónde se alimenta mi verdad. Y si no hay partenaire, porque lo que tengo son 30 personas del equipo técnico delante, serán esas sensaciones que me atraviesen las que pueden alimentar la vida que hay en mí hoy.
Debería haber planes, si. Pero deben servir para darnos la seguridad de que hay un sendero. No para ser obsecuente con ellos. Es un mapa, pero nuestro trabajo será siempre en el territorio.
